Durante años, la ciudad ha sido codiciada por su favorable situación geográfica, por lo que a lo largo de los siglos, Jerusalén pasó bajo numerosos dominios, hasta que finalmente se convirtió en capital del estado de Israel.
Jerusalén se divide en dos partes; la parte oriental, que engloba la ciudad vieja y que está rodeada de murallas; y la parte occidental o ciudad nueva, fuera de las murallas.
Pasear por la ciudad es conocer rincones y mezclas de culturas y sobre todo religiones. Aunque desde fuera, pueda parecernos patente esa mezcla religiosa, en realidad las diferenes congregaciones están muy diferenciadas.
Cristianos, musulmanes y judios consideran a Jerusalén como lugar sagrado. Este caso, como ya os contamos sucedió hace muchos años en muchas ciudades españolas como Toledo. Del mundo entero llegan a la ciudad peregrinos empujados por la fe de sus diferentes creencias. ¿No resulta paradójico?

La basílica del Santo Sepulcro, la iglesia medieval de Santa Ana o el arco del Ecce Homo, todos monumentos cristianos, comparten la ciudad con el santuario musulman de al-Haram al-Charif, con su famosa cúpula de la Roca, la mezquita de al-Aqsa o los judios, establos de Salomón o la tumba de David.
Quizá, el monumento más visitado de Jerusalén es el muro de las Lamentaciones, que constituye el punto final de miles de peregrinos judios.
Hago recomendación especial para visitar en la parte occidental de la ciudad de Jerusalén, el museo nacional de Israel, donde se pueden contemplar los célebres manuscritos del Mar Muerto